martes, 7 de abril de 2009

de cómo trabaja un actor

Cuando vemos a una persona perfectamente desconocida caminar por la calle, podemos apreciar de ella alguna que otra característica, como por ejemplo su manera de caminar, su forma de tocarse el pelo, el ritmo agutado o no de su respiración... Quizás podemos darnos cuenta de si está apurado o más bien relajado, qué colores le gustan más (a notar por cómo está vestido) pero no mucho más. Sin embargo sabemos que atrás de esa "fachada" hay millones de cosas que caracterizan a esa persona, hay una historia de vida que esa persona tiene detrás que nosotros desconocemos. Tampoco sabemos qué cosas preocupan realmente a esa persona o qué cosas le generan más placer que otras. Podríamos decir que, haciendo analogía con un iceberg, vemos de una persona apenas un pedacito de todo lo que es.
Lo mismo sucede cuando un actor debe construir su personaje. Puede pasar que tenga que inventar a su personaje (es decir, sacarlo completamente de su imaginación) o bien que tenga que caracterizar uno ya existente en alguna obra. De una u otra manera, va a haber características físicas de ese personaje, como decía antes, su forma de caminar, el ritmo de su respiración, los tics que tiene... Y va a haber otras que están pero que no se dice (como por ejemplo que el padre del personaje murió hace cinco años de un accidente automovilístico, cuestión que probablemente traumatice o afecte de alguna manera al mismo). Volvemos entonces al iceberg. Y también podemos decir que de la misma manera, un autor cuando escribe una obra de teatro, también cuenta apenas un poco de los personajes de la misma. Por eso cuando un actor debe interpetar un personaje ya presentado, debe tomarse el trabajo de imaginar qué es lo que no se dice de ese personaje. Momento justo para citar a Foucault:

"Lo que cuenta en el pensamiento de los hombres no es tanto lo que han pensado, sino lo no pensado que desde el comienzo del juego los sistematiza, haciéndolos para el resto del tiempo infintamente sensibles al lenguaje y abiertos a la tarea de pensarlos de nuevo" (de El Nacimiento de la Clínica)

Además de todo esto, es importante destacar que el actor tiene como tarea casi principal, naturalizar las acciones y quehaceres de su personaje. Esto lo digo básicamente porque me di cuenta de que a veces cuando estoy actuando pienso por ejemplo "mi personaje tiene que estar enojado porque...." y entonces después de racionalizarlo lo llevo la acción, por ejemplo, frunciendo el ceño para hablar de tal manera. Y aunque parezca una consigna muy fácil u obvia "no pensar, sino accionar" a veces tarda en caerle la ficha a uno de lo que esto significa, seguramente porque estamos muy acostumbrados a racionalizar todo antes de hacerlo. La tarea del actor es un poco más complicada que eso. Uno debe meterse en el personaje que está interpretando y accionar como lo haría si fuera esa persona. Esa es la manera de naturalizarlo. Lo que pasa es que a veces es difícil lograrlo, porque exige mucha concentración y también mucha confianza en lo que uno está haciendo, sobre todo porque uno tiende a "reprimirse" en escena (claramente la cabeza reprime) y a pensar "no, esto mi personaje no lo haría así, sino de esta otra manera" y ahí es cuando uno derrapa en la construcción de su personaje, o cuando el público empieza a no creer en uno.
Es complicado asimilarlo, pero el trabajo del actor es claramente ser otra persona como dice la lengua popular. Es transformarse en otro ser, con otra manera de vestirse, de caminar o de pensar diferente de la nuestra. Y es de lo más genuino que existe.

1 comentario:

malegría dijo...

dos cosas a destacar

1) la racionalidad es el gran mal de la humanidad porque todo se lleva a ella y no se usa como una herramienta de comprensión de la realidad sino como una manera de percibirla. y eso es un error

2) el teatro es hermoso. ser actor es hermoso. que te caigan esas fichas es hermoso.